sábado, 19 de diciembre de 2009

Árbol




A veces me siento como un árbol
solitario tras la tormenta,
azul, vapuleado y sin hojas,
ajeno a la olvidada primavera.
Entonces tomo conciencia
del débil objeto a la intemperie que soy,
vulnerable, desabrigado y leñoso,
alimentado del agua justa
y de la brisa gentil que corre
sólo cuando ella quiere.

Y es cuando más he de reafirmarme
como ser único, imponente,
imprescindible y respetable,
generoso de sombras cuando arde el sol
y de cobijos cuando enfría la luna,
firme y recio, eterno amigo
de leyes previsibles e imperecederas.

Anclado junto a sendas que no recorro,
he nacido para gratificar
el paso de caminantes que van y vienen,
riendo en mi soledad con la música lejana.
Y a veces alguien, antes de seguir su camino,
se detiene un instante, me mira agradecido
y deja grabados en mi tronco, para la eternidad,
un corazón con una flecha y dos iniciales.

Fernando©
15.12.2009.

6 comentarios:

  1. Dan ganas de darle un abrazo a ese árbol y arrimar la cara a sus arrugas... Ojala fueramos capaces de devolver a la naturaleza todos los beneficios que nos da.
    Leyendo esta preciosa poesía, he recordado un post que escribí sobre el amor eterno y en el que los árboles juegan un papel. Te dejo el enlace por si sientes curiosidad por leerlo.

    http://mujeresderoma.blogspot.com/2009/04/promesa-de-amor-eterno.html

    Saludos cordiales.

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  2. Bellísimo poema Fernando, me recordó el no menos hermoso poema de Manuel Benitez "El árbol".
    El hombre debería mirar más hacía su sombra en vez de ambicionar su piel de madera.
    Un besito :-)

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  3. ¿Qué más puede desear un árbol, que saberse tan importante? Como todo, en la naturaleza se rige por las idas y venidas, la tormenta y la calma.
    Y que siga ahí enraizado por muchos años.
    Besos de hojas al viento del sur.

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  4. Hola Fernando, vuelvo a tu espacio para desearte un feliz año.
    :-) Que sigas regalándonos la belleza de tu poesía en este nuevo año.
    Besitos

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  5. Esa mezcla de humanidad con naturaleza, dualidad y contrapunto de dos genialidades en uno, un argumento comprensible si partimos de la creencia que somos parte de la tierra misma. El árbol constituye la fuerza, muchas veces solitario pero amado por tantos seres que acuñan su paso en la corteza.

    Bello trabajo amigo

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