sábado, 19 de diciembre de 2009

Árbol




A veces me siento como un árbol
solitario tras la tormenta,
azul, vapuleado y sin hojas,
ajeno a la olvidada primavera.
Entonces tomo conciencia
del débil objeto a la intemperie que soy,
vulnerable, desabrigado y leñoso,
alimentado del agua justa
y de la brisa gentil que corre
sólo cuando ella quiere.

Y es cuando más he de reafirmarme
como ser único, imponente,
imprescindible y respetable,
generoso de sombras cuando arde el sol
y de cobijos cuando enfría la luna,
firme y recio, eterno amigo
de leyes previsibles e imperecederas.

Anclado junto a sendas que no recorro,
he nacido para gratificar
el paso de caminantes que van y vienen,
riendo en mi soledad con la música lejana.
Y a veces alguien, antes de seguir su camino,
se detiene un instante, me mira agradecido
y deja grabados en mi tronco, para la eternidad,
un corazón con una flecha y dos iniciales.

Fernando©
15.12.2009.

martes, 8 de diciembre de 2009

Navidad





…En el portal de Belén hay estrellas, sol y luna
la Virgen y San José, y el Niño que está en la cuna
Ande, ande, ande La Marimorena
Ande, ande, ande que es la Nochebuena….



¡Abuelo!...¿por qué lloras?
-No es nada mi niña, oye el villancico, ¿te gusta?
Si, abuelo, pero estás llorando.
-Es porque os quiero mucho.
¿Y porque nos quieres, lloras?
-El amor me hace llorar, sólo es eso.
Pues si nos quieres deberías reírte y no llorar.
- Sí, mi niña, os querré siempre y estaré contento.
¿Siempre, siempre?
- Siempre, mi amor.
¿Y cómo se quiere siempre, abuelo?
- Porque siempre serás mucho más importante para mí que yo mismo.
¿Y dices eso porque es Navidad?
- No, mi niña, lo diré siempre, pero en Navidad recordamos cuánto se puede llegar a querer.


Fernando©
6-12-2009

martes, 1 de diciembre de 2009

Querido amor





Te contaré que hace frío, el otoño se deja sentir
y el desván sigue sin arreglar, como lo dejaste.
Mientras te escribo se me hielan las manos
y esta noche he tenido que cubrirme con la manta
que me dejaste sobre el armario,
no sabes cómo se agradece ahora el sol en los huesos.

Murió la gata negra, tan mimosa.
Cerró los ojos mirándome, parecía
que me decía su adiós con una sonrisa
por tanto como la hemos querido,
pero tú no estabas para despedirla.
He llorado mucho y ahora estaré solo sin ella.

He arreglado un poco el jardín, recogiendo las hojas
que han caído con los vientos de ayer y anteayer.
Es lo menos que puedo hacer con las veces
que me dijiste que te gustaba ordenado.
Pero aún no he podado, lo haré uno de estos días
para que en primavera nazca la flor que te regalaba.

(He cenado una sopa caliente, es lo único que me apetece)

Y bueno, yo recuerdo mucho cuando tú estabas aquí,
de hecho es lo único que recuerdo todo el día.
Voy de aquí para allá y de allá para acá como si fueras tú,
como si tus ojos mirasen por mí todo lo que hago,
lo que me hablo yo solo y lo que te digo para contestarme
como si pensara por ti, sé cada palabra que me dirías
y cada mirada tuya cuando te cuento mis cosas.
Estabas tan atenta siempre. O me lo parecía.
Y es que nos quisimos mucho, yo te quise y tu me quisiste.

Por cierto, te has dejado en el armario la bata rosa que te ponías en casa.

Fernando©

1-12-2009

martes, 24 de noviembre de 2009

Aforismos de la soledad y la esperanza




De tan cansado, hoy solo te necesito a ti
y espero que estés, presente o ausente.

Es tan intenso el vacío de tu ausencia
que, sin conocerte, pareciera que hoy es el único día que no estás.

De tanto soñar tus besos,
hoy ya no sé si son mis labios o los tuyos.

No existe para mí hoy el tiempo ni la distancia
y es que te siento tan atrás y tan venidera…

Hoy el universo está al revés, estás aquí y estás ahí,
conmigo y sin mí, como yo contigo y sin ti.

Sé que no vendrás nunca,
¿Por qué entonces sé que te abrazaré mañana?

Quizás te sueñe tanto
porque espero que un beso tuyo me despierte.


Fernando©
23-11-2009

martes, 10 de noviembre de 2009

Duermevela


Duermevela

Quiero amarte dormido,
en el duermevela en el que todo es dulce,
imperecedero y perfecto.
Con los sentidos alejados,
que no toquen ni estorben.
Los sentidos son lanzas
hirientes de lo hermoso,
él tan vulnerable, tan débil.
Mientras duermo, te amo
sin límites, presente, toda,
y en el sueño se me aparece
la perfección, el ideal, lo sublime
que es en realidad el amor.
Duérmete amor,
durmamos siempre
para sentir esta realidad,
dulce e indestructible,
que yo necesito vivir
cuando estoy despierto.

Fernando©
10-11-2009

domingo, 8 de noviembre de 2009

Pruebas de amor




Pruebas de amor

Un solo instante sin ti,
el placentero dolor de la explosión contenida
que traga besos y caricias
jurados por siempre jamás.
Unas manos al vacío,
los oídos silenciosos,
los deseos reproducidos
a la luz de la luna
sobre mi piel desgarrada.
El llanto de la cruel ausencia
humedece tu imagen de amante triste,
paciente, apasionada y ausente.
Un acto de amor entre uno,
el gozo, hueco de tus caricias,
inventa tus manos sobre las mías
y el calor de tu besos agitados.
Entonces, mis suspiros enjugan tus lágrimas.

Fernando©
8-11-2009

jueves, 8 de octubre de 2009

Sin permiso


Sin tu permiso invado, amor, la noche
besándote entre sábanas de seda,
párpados en sueños, tu boca queda
con el dulce sabor sin un reproche.

Sin tu permiso regalo mi derroche
amándote detrás de la arboleda
y sigo, paso a paso, tu vereda
inventando de tu alma el desabroche.

De tus ojos no aguardo la mirada,
ni del perfumado pañuelo espero
secar mis lágrimas de madrugada.

Mas de los adentros, el yo más fiero
se quema silencioso en llamarada,
que así te quiero, amor, asi te quiero.

Fernando©

martes, 22 de septiembre de 2009

Gitanillo



El sol del crepúsculo de la tarde
enciende las luces blancas del diestro
que, ojos al cielo, reza un Padrenuestro
pidiendo a la Esperanza que lo guarde.

En la Maestranza, Triana entera arde
porque este niño grande, que es tan nuestro,
demostrará a Sevilla que es maestro
y que ningún gitano es un cobarde.

Cuando sale al fin con la muleta
busca, montera en mano, en el tendido
...¿donde están su mantilla y su peineta?

Toda la plaza, el aire contenido,
envidia a una gitana muy coqueta
que sin lucha al valiente ya ha rendido.


Fernando©

lunes, 21 de septiembre de 2009

Heme aquí, en otoño






Heme aquí, amor, sin mí.
Una vez más
en este otoño largo y espeso,
que no promete primavera.
Desarreglado de hojas caídas
en mosaico de colores inertes
y huecos de yemas marchitas.

Heme aquí, trozos de mí
aglutinados con argamasa estéril
remedando, grotescamente, el todo que fui,
cuando lo fui alguna vez.

Dejé miembros de colores
por aquí y por allá, descuidadamente,
en el larguísimo caminar del duro verano
y ahora me falto mi yo entero.
No me reconozco en pardos,
ni en grises de pálidos muertos,
en realidad no sé reconocerme.

Tal vez tú puedas ayudarme
si me cuentas como me viste la primera vez
o como me imaginaste al menos.
Sí, amor, descríbeme que viste
y tal vez yo pueda dibujarme de nuevo,
sobre las ásperas rugosidades,
aquella primera luminosa sonrisa.

Fernando©

21.9.2009

lunes, 27 de julio de 2009

Fandangos (I)



Con enorme osadía pero con el respeto que se merece, me atrevo a adentrarme en la composición del fandango andaluz, que Camarón me perdone.


Pá viví la vía entera
es tan bonito quererte
que hasta el día en que me muera
yo lo que quiero es tenerte
tó pá mí, junto a mi vera,
que así no importa la muerte.



Sin que ná te hiciera yo
tres puñales me clavaste,
uno que apenas me hirió,
del segundo me mataste
y el otro me revivió
porque así pude olvidarte.



De tanto que lo juraste
yo creí que me querías
y cuando más te creía
mi corazón te llevaste
a viví tu nueva vía,
tu misma te lo robaste.



Fernando©

lunes, 20 de julio de 2009

Una Sociedad Asimétrica



Esta organizada sociedad actual, tan preocupada de nuestro bienestar, nos alerta cotidianamente de altas temperaturas o del estado de la capa de ozono en el ártico. Son alertas bien recibidas, aunque muchas de ellas sean superfluas tanto por la imposibilidad de nuestra reacción, como por ser temas viejos conocidos. Aunque todos sufrimos el calor desde que nacimos, la amable “Alerta Amarilla” nos previene de que los próximos 36º centígrados nos puede ocasionar trastornos, deshidratación o simplemente molestias. No podemos, nadie puede, evitar el calor y cada uno se ha acostumbrado a combatirlo de la mejor manera posible, las más de las veces estando tranquilamente en casa ante un buen botijo de agua fresca. Sin embargo, leo que se han creado brigadas para atender a personas sensibles por lo que les pueda afectar esa dichosa manía de cada verano de apretar el termómetro. Bendito estado del bienestar.

Para combatir el exceso de dióxido de carbono en la atmósfera se reúnen sistemáticamente los más sesudos sabios y los más conspicuos gobernantes con el fin de implementar medidas urgentes, a veces costosas, que permitan dejar un planeta amable y sostenible a nuestros hijos y nietos. No es inusual ver en plazas y calles pantallas de leds que informan a los ciudadanos sobre los niveles de ozono en el aire, partículas, y óxidos de carbono, azufre o nitrógeno. Es todo un alarde de prevención que es de agradecer, sin que una vez más esa información pueda servirnos para algo más que para preocuparnos o hacernos saber que las autoridades están pendientes de nosotros.

Por ello me sorprende y me alarma que nadie, ninguna institución científica ni gubernamental, nos informe periódica y sistemáticamente sobre el estado de la educación de nuestra juventud, tema tanto o más clave aún para el sostenimiento social que las temperaturas o el CO2. Acabamos de asistir en una semana a dos casos muy próximos de violación múltiple ejecutados por niños de entre 13 y 18 años, en los que han participado muy violentamente varios de ellos contra niñas indefensas cuando no discapacitadas. Niños a los que, por añadidura, no se les puede siquiera infringir legalmente un castigo ejemplar. Pero no hablo de castigos ni de leyes de menores, hablo de cómo las autoridades toman el pulso al estado de la adolescencia, previenen los efectos nocivos de las desviaciones y adopta medidas correctoras. Estos actos revelan un estado deteriorado de la educación juvenil que no se monitoriza o no interesa transmitir a los ciudadanos y en eso si que es posible una acción que está al alcance de todos nosotros. Si, esas amables autoridades que se ocupan de hidratar a los mayores o de reducir el consumo de los automóviles, podrían avisarnos de los niveles a partir del cual la educación o la falta de la misma, puede resultar nociva para nuestros hijos, advirtiendo que están en curso las medidas oportunas.

Porque no se trata de implementar nuevas penas para los que cometen esos atroces actos, o no sólo eso al menos, se trata de analizar, prevenir y adoptar un modelo educativo apropiado en el que los valores sean los propios de los seres humanos: el respeto, la formación, la ética, la moral, el trabajo y el sacrificio. Como ese modelo “verde” que los ecologistas nos venden cada día, o como ese cambio climático que hay que gestionar para que la tierra sea siempre nuestro hogar.

Me pregunto por qué no se controla, gestiona e informa del estado de nuestra juventud, mientras nos deshacemos en gastos superfluos en alertar de que va a hacer calor. Y me pregunto también porque piensan los políticos que no da votos ocuparse de los jóvenes, a los que supuestamente hay que dejar pasar los exámenes sin estudiar o sancionar a los padres que dan un cachete a destiempo.

Si diésemos la alarma, ¿Qué nivel daría? ¿Alerta amarilla, naranja o quizás roja?

Fernando©

viernes, 17 de julio de 2009

Playa al atarceder. Haikus




Atardecer,
olas de mansa espuma
cubren la arena.

Se pone el sol,
esas casitas blancas
visten naranja.

Escucho el mar,
en la brillante arena
solo mis huellas.

jueves, 9 de julio de 2009

El Último Poema




Con letras destiladas de mis huesos
desplomo en papel mi último poema
vencido el hombro por la edad postrema
y secos ya mis labios de tus besos.

Son mis letras de poeta retrocesos
a las noches vacías, de un sistema
en que los sueños mueren sin emblema,
yaciendo entre barrotes siempre presos.

Así pues, corro a oscuras las cortinas,
cierro el tintero, la pluma lavada,
y vuelvo del quehacer a mis rutinas.

Con el alma serena y enterrada,
guardo tu inspiración en las retinas
porque ya toca, amor, la retirada


Fernando©

martes, 30 de junio de 2009

Dulce


Dulce

Te quiero dulce,
luna de caramelo
grande y redondo.

Te quiero suave,
gasa de algodón dulce
rosa y blanca.

Te quiero tierna,
queso de leche
con membrillo.

Te quiero lenta,
onza de chocolate
en la boca.

Te quiero profunda,
trago de fuego
en la garganta.

Te quiero eterna,
sabor de mi saliva
…o de la tuya.


Fernando©

jueves, 25 de junio de 2009

La Cocinera del Rey






Para Albert, el Mayordomo Mayor de su Majestad, la pérdida de calidad de la cocina de palacio había sido el más grave problema durante el último año. Desde que se habían producido las bajas de Mary la Vieja y tras ella la de Sofie como consecuencia de la epidemia de fiebres, la reputación de las cenas reales había caído entre los viejos y nobles invitados.

La finura de la salsa inglesa y lo sublime del chantilly con frutas del bosque, elaboradas en las cocinas de palacio, habían sido en otro tiempo la envidia de los jefes de cocina de las casas reales de todo el continente, sin contar con el punto de asado del roast-beef, que se servía acompañado de una sutil salsa chutney. Nobles de todos los rincones se habían esforzado en ser invitados a las cenas mensuales que organizaba su Serenísima Majestad la reina.

Ahora, el mayordomo creía haber encontrado al fin una nueva cocinera que podría recuperar el prestigio perdido.

- Se dice de ella que es la mejor cocinera del reino, Majestad- decía Albert mientras ayudaba al rey a encajar sus bien lustradas botas.- Se ha formado desde niña en las cocinas de la Casa de York, y su amabilísima excelencia la Duquesa accedería a vuestra petición sólo porque tras el fallecimiento del Señor Duque ha perdido completamente el apetito-

- Aprieta bien esos cordones, Albert, que a veces se sueltan cuando debo correr para el remate del zorro.- contestó el rey, más preocupado con su próxima jornada de caza que de las cocinas de palacio.- Ja, ja, ja la última vez tuve que amenazar de muerte a Sir Lawrence para evitar que su chanza se extendiese a toda la corte, todo porque se encajó mi bota derecha y caí de bruces en el cieno. Tenías que haber visto sus ojos cuando se cortó su risa-.

- Y se dice también de ella- continuó Albert- que sus manos son tan delicadas que podrían acariciar con la suavidad de una pluma, sus inocentes ojos mirar con la profundidad de un niño y su cuerpo moverse con la finura de una gacela-.

- Está bien, Albert, está bien. Le pediré a la reina que escriba a la Duquesa solicitando los servicios de tan maravillosa joya. - El rey se enfundó su chaqueta de caza y salió de su estancia rodeado del secretario, que le iba dando las últimas nuevas sobre la jornada que se avecinaba.

Tras él, Albert salía apresurado a organizar la llegada de la nueva cocinera.

La siguiente cena real fue en la víspera del día de San Jorge, el santo patrón del reino. Había sido siempre la cena más esperada porque a la solemnidad de la fiesta se unía el interés por probar los primeros brotes de espárragos, brócoli, berzas, fresas y cerezas dulces que sus majestades hacían traer de las regiones más meridionales del continente. Abril era además el mejor mes para la caza y la pesca. Por otra parte no en vano coincidía con el día de Júpiter, según la tradición romana la fiesta del vino, que conmemoraban con especial devoción los invitados reales.

Tras los compases musicales de rigor en honor del patrón, la cena comenzó con una sopa de espárragos blancos y brotes verdes de brócoli, aromatizada con unas gotas de oporto seco y virutas de trufa negra, que hizo posible un cruce de miradas de discreta esperanza entre sus majestades, colocadas en ambos extremos de la larga mesa.

De segundo plato fue servido un salmón salvaje de los ríos del norte, horneado y relleno de una salsa suavísima de huevo de faisán y mantequilla, con un leve toque de hinojo y apio. El salmón venía acompañado de una vistosa guarnición de verduras tan tiernas y suaves, que componían una auténtica farsa de espumas de colores. El plato arrancó alguna exclamación de júbilo entre los comensales y nuevamente el Rey y la Reina cruzaron sus miradas, esta vez con una sonrisa.

El último plato principal consistió en lomos de corzo (cazados por el propio Rey) elaborados al fuego suave, levemente caramelizado con confitura de frambuesas salvajes, cuyo tostado y brillante tono exterior se equilibraba perfectamente con un rosáceo corazón en el que se conservaba todo su jugo. El corzo se rodeaba de un festín de frutas de la temporada aromatizadas de tal modo que su exótico perfume se extendió por todo el comedor. Los comentarios fueron subiendo de volumen y el protagonista de la velada pasó a ser el menú. Ninguno de los comensales había disfrutado jamás de delicadezas semejantes.

- ¡A fe mía que jamás probé un corzo con esta finura!- Exclamaba el Conde de Suffolk.

- ¡Y lo sublime del salmón! ¿Acaso se ha probado en todo el reino un manjar tan delicioso como éste?- decía Lady Margaret.

El postre finalmente ofrecía un helado de moras salvajes (las primeras en todo el continente), cubierto de un merengue ligero de té rojo hindú flameado con ron antillano y malta. Una verdadera delicia de los sentidos.

Al final de la cena todas las conversaciones, ya claramente en voz alta, eran de admiración a sus ingredientes y, malévolamente, a lo inesperado de su calidad, dado el ínfimo nivel de las anteriores. En un momento Lord Henry se puso en pié y, emocionado un poco en demasía por los excesos de Júpiter, pidió expresivamente los vítores para las cocinas reales que fueron vivamente seguidos por todos los presentes.

El rey, cuyo rostro evidenciaba los excesos de la cena, tomó la palabra:

- ¡Que San Jorge dé larga vida a nuestra nueva cocinera, cuyas manos nos han hecho visitarlo en el propio Cielo!. Solicito a nuestro mayordomo que la haga pasar al comedor para que podamos agradecerle su menú.- La reina miró con ojos enfurecidos al rey por tan insólita iniciativa, provocada claramente por la riada de Borgoña que había inundado la mesa.

Al cabo de un momento, Albert precedió en el comedor a una figura delgada de estatura no muy baja, su piel sonrosada acentuada por el rubor, que se mantenía erguida, con el pelo dorado tirante atrás cubierto por una toca blanca luminosa e impoluta. Sus finas facciones recordaban los bustos de mármol romano que llenaban el palacio y pareciera que uno de ellos se había materializado en la cara de la cocinera. Sus manos, menudas y finas, se entrelazaban modestamente delante de su regazo.

- ¿Eres tú la autora de la mejor cena que se ha servido en este palacio? ¿Di, cual es tu nombre?- Preguntó repetidamente el rey sin disimular su admiración por la belleza de la mujer.

- Mi padre me hizo llamar Diana, majestad.- Contestó ella con voz firme pero suave, haciendo una leve reverencia.

- Diana, hoy nos has demostrado que tus manos están tocadas por San Jorge. Y en agradecimiento al deleite que nos has traído a esta mesa, puedes pedir aquí delante de toda la corte el presente que mejor se te antoje. ¿Deseas algo que pueda darte? ¿Una casa tal vez?

- Mi trabajo para vos es mi recompensa, majestad.

- Observa el anillo de la reina, está hecho de oro puro y diamantes de muchos quilates y no hay otro igual en el reino, ¿Te gustaría poseerlo?- Insistió el rey, ya claramente embriagado.

La reina intervino fulminantemente para cortar en seco el dialogo.

- Gracias por vuestra exquisita cena, Diana. Seréis recompensada generosamente si seguís preparando estas delicias. Ahora podéis retiraros.

Con una reverencia, la chica abandonó el comedor y todos volvieron a sus conversaciones. El rey por un momento pareció dudar, pero al fin siguió copa en mano departiendo agitadamente sobre los lances de la caza.

Al día siguiente, bien temprano por la mañana, Albert fue avisado por Su Majestad el rey de que debía llevar a la cocinera Diana a su presencia.

- Puedes dejarla a solas conmigo- le ordenó el rey al mayordomo en cuanto cruzaron el umbral de la puerta.

Diana estaba aún más bella que la noche anterior. El rubor de las mejillas había sido sustituido por una rosácea palidez de nácar y terciopelo y los ojos, claros y profundos mirando sin titubeos al frente, descubrían la serena y firme madurez de la chica. Su cuerpo, sin ser menudo, carecía de toda señal de dureza de formas que en ocasiones poseen las mujeres de las aldeas.

- Majestad.....- La voz de la chica sonaba clara, sin temblores, en la que alguien podría haber notado un imperceptible tono desafiante. Ello la hacía aún más deseable.

- Mi querida Diana, ¡A fe mía que Albert tuvo buen tino en conseguir tu venida a palacio! ¿De dónde provienes?

- Mi padre nació en Rouen y mi madre en Canterbury, majestad.

- ¡Normanda! No sabía yo que en tierras tan inhóspitas nacieran ángeles como tú. Ven, acércate.- Diana dudó por un momento y después dio un par de pasos al frente sin bajar la vista.

El rey alargó su brazo derecho y con el dorso de los dedos acarició suavemente la mejilla de la cocinera. Ella no se inmutó, ni sus ojos ni su boca cambiaron la expresión.

- Eres tan bella..., ¿Sabes que menú exquisito me gustaría que cocinases sólo para mí?


- El menú lo escoge diariamente la reina en persona-. Su voz sonaba sin presencia de temblor o duda alguna.- Si su majestad lo desea, puedo sugerirle a ella vuestras preferencias.

- No creo que la reina gustase de participar en este banquete.

-“Verás, deseo un menú en el que su sopa tenga el color de tus mejillas, huela al aroma de tu pelo y en la boca se disfrute la suavidad de tu cuello. Servida a la temperatura de tu cálida piel.

“Tras esta entrada, me servirás un plato delicioso con la tersura de tu espalda y la delicadísima finura de tu pecho, en el que el sabor de su pequeña trufa sonrosada pueda disfrutarse en la boca largo tiempo.

“Como plato principal, desearía que tus caderas me fuesen servidas en bandeja de oro, con el relleno magnífico de tu sublime joya, de tal forma preparado que al contacto con la boca recuerde la espuma de la superficie del mar, la frescura del aire de la montaña y el olor del bosque profundo tras la lluvia.

“Para postre, la alegría de tus ojos y una sonrisa amable de tu boca, que colmarán la mejor cena que jamás soberano alguno pueda disfrutar-.

El color de las mejillas de Diana fue tornándose levemente más encendido y de sus ojos pareció salir un destello fugaz, como un breve relámpago, aunque no se inmutó su semblante. No dijo nada.

El rey continuó:

- Te entregaré ahora el anillo de la reina que te ofrecí, como un anticipo de mi generosidad para contigo. Es mi deseo que lo lleves puesto en el momento de servirme esa ansiada cena.

El rey sacó de un cofrecillo junto a él un hermoso anillo de oro y diamantes, cuyos destellos componían para la vista la más extraordinaria de las armonías. Diana lo reconoció como el que llevaba puesto la reina en durante la cena de la noche anterior. Tomó la mano derecha de la muchacha, que se dejó hacer, y colocó el anillo en su dedo anular.

- Quédatelo y no lo menciones a nadie. Debo viajar a las tierras del norte y cuando esté de vuelta me arreglarás ese exquisito menú-. El rey rozó levemente la cara de la chica con las puntas de sus dedos y se volvió a su real escritorio- Ahora puedes marcharte.

La cocinera, tras un brevísimo instante en el que pareció iba a decir algo, hizo una suave reverencia y se retiró hacia la puerta que cerró tras ella sin dar la espalda al monarca.

El rey se demoró en su viaje. Los belicosos habitantes de las tierras del norte le habían forzado a disputar más de lo debido, primero en los salones y más tarde en el campo de batalla.

Su vuelta coincidió con el solsticio de verano y el reino se preparaba para festejar, como todos los años, el fin de la húmeda primavera y el reinado feliz y duradero del dios sol.

En su aposento, mientras preparaba su ropa, Albert le informaba de la marcha de palacio:

- Su majestad la reina ha organizado un banquete especial para celebrar la vuelta del señor y, por coincidir con la festividad del verano, ha convocado a la corte y a los representantes de los reinos de Francia, España y Flandes. Será mañana por la noche, vísperas de San Juan y habrá tras la cena un espectáculo de bellos fuegos artificiales.

El salón de la cena lucía espléndidamente esa noche. Mil candelabros iluminaban las paredes y rincones destacando la belleza de tapices y cuadros. La luz, al reflejarse en los cubiertos de plata y la cristalería fina dispuestos sobre la mesa, creaba un ambiente de banquete celestial. Las enormes puertas de cristales estaban abiertas de par en par extendiendo el ambiente del suntuoso comedor a los jardines, iluminados por multitud de antorchas que hacían destacar los coloridos parterres de flores. El ambiente era extraordinario y los invitados, el doble en número de otras ocasiones, lucían sus mejores modos, exaltando copa en mano los triunfos de su majestad en el norte y el esperanzador futuro de Europa. La reina estaba especialmente elegante y adornada para la ocasión, luciendo sus joyas más bellas, excepto, y nadie pareció reparar en ello, su anillo de oro y diamantes.

La cena había despertado una singular expectación, pues se había extendido por el reino el extraordinario menú de la víspera de San Jorge. Los comensales, en sus asientos, esperaban ansiosamente el comienzo del festín. A una señal del mayordomo las puertas dieron paso a los camareros de gala que portaban en alto sobre bandejas de plata el primer plato.

La sopa de cuello de cisne era de una suavidad increíble, tibia en la boca, la crema estaba coloreada con esencia de vainilla y canela y se cubría con un rizo de finísimo huevo hilado a modo de cabello de ángel. Despertó la admiración de todos los presentes y se cruzaron miradas de satisfacción y expectación.

El segundo plato presentaba un delicado asado de cervatillo tierno, en el que destacaba su presentación: los lomos y el pecho del animal estaban puestos sobre el plato de tal forma que recordaban el torso de una joven y estaban adornados con una guarnición de trufas rosas del bosque que se remataban con pequeñísimos trozos de fresas salvajes.

Los presentes estaban asombrados y convenían que jamás habían disfrutado de un espectáculo gastronómico semejante.

Como plato principal, los camareros entraron al comedor bandejas de oro repletas de langostas, centollos y bogavantes, preparados en forma de una mousse de su propia carne emulsionada, en espuma delicada, con algas marinas, esencias de setas silvestres y un levísimo toque de hojas de menta. Las corazas y pinzas de los frutos del Mar del Norte estaban dispuestas de tal modo que recordaban las caderas de una mujer y el relleno aparecía en el centro, sobre los centollos, cubierto por una malla de finísimo hilo de caramelo ámbar pálido. Las exclamaciones que se oyeron al degustar este plato subieron de tono y las caras eran de absoluta incredulidad.

- Lo mejor será la sorpresa que nos tienen preparada para el postre. Se dice que la cocinera quiere homenajear al Rey en la fiesta de San Juan, agradecida por sus muchas atenciones.- Comentó alguien. El murmullo se fue extendiendo y todos, ya sobradamente satisfechos por la comida, esperaban con desbocada ansia el postre misterioso.

La entrada del último plato fue anunciada con un acorde real. Se hizo el silencio.

Una gran bandeja entró en el comedor conteniendo un inmenso pastel en forma de corona. Sus relieves estaban rematados por hileras de plateadas perlas de azúcar. Su superficie interior era de color nácar y rosa y sobre ella resbalaban pequeñas gotas de almíbar a modo de lágrimas, que acababan formando un jugoso fondo en el plato. Fue servido con exquisito cuidado y el trozo más especial fue reservado a la reina por instrucciones expresas de la cocinera. Su majestad se sintió satisfecha cuando comenzó a degustar el postre. Algo le decía que el menú había sido distinto del que ella misma ordenó, pero ver a sus invitados tan felices le hizo olvidarlo.

Cuando todos se preguntaban de qué delicioso ingrediente estaba preparado aquél sublime pastel, con sabor a ángeles del cielo, la reina se puso súbitamente en pié soltando una exclamación:

- ¡Oh, mi Dios!, ¿Qué es esto?

En ese instante se extrajo de la boca algo que, mezclado con el dulce, parecía una joya grande y bella, que la reina al punto reconoció como su anillo perdido.

Cuando aún no se había repuesto de su incrédula sorpresa descubrió en el fondo de su plato, cubierto del trozo de su dulce corona, un pequeño papel que, sin comprender del todo bien, la reina leyó en voz alta delante de todos:


“Mis manos fueron diseñadas por Dios para llenar de placer los paladares de nobles y poderosos y a ello me entregaré con devoción el resto de mi vida, pues los dones del Creador deben ser utilizados según fueron concebidos por Su divino criterio. Pero mi alma nació para ser disfrutada por un corazón sencillo que me despierte con una sonrisa cada mañana, me roce con una caricia al atardecer y me regale un suave beso antes de dormir. Mis creaciones más deseadas las reservo para un fiel y leal compañero que compartiendo toda mi vida me regalará la joya de su amor. Dios salve a los reyes.

Vuestra humilde cocinera

Diana”.


Cuando la reina, enfurecida, envió a buscar a la cocinera, fue informada de que acababa de partir con rumbo desconocido a lomos de un brioso caballo.

Mientras, un paraíso de luces y estrellas de maravillosos colores adornaba el cielo en torno a palacio ocultando, con sus atronadoras explosiones, el creciente volumen de los murmullos del salón.

lunes, 22 de junio de 2009

Espíritus


Anoche, tu espíritu y el mío quedaron para dormir juntos, como dos adolescentes escapados. Cálidos, felices y libres se amaron bajo la luna, tiernamente, con dulzura, y entre arrumacos se susurraron.

Mi espíritu le dijo al tuyo:

-“Yo te quiero, espíritu glorioso, eres sublime, delicado y recio como árbol de sombra y hojas perenniformes, me llenas de paz y amor, me embargas, me colmas de felicidad, me traes recuerdos de juventud, me inspiras poesía y, si tuvieras manos, escribirían lo mas bello que se escribió jamás. Si tuvieras ojos, iluminarían mi oscuridad con luz celestial. Tu carne sería calor y color, risa y canto. Por eso, llama también a tu cuerpo que es muy hermoso, tiene ojos de lunas y manos de ramas tiernas. Yo llamaré al mío y seremos un todo, así la felicidad será completa y eterna.”

Tu espíritu se acurrucó contra el mío y buscó mi calor. Casi fusionados, me respondió:

-“ Yo también te amo, espíritu noble, tu esencia me recuerda los años felices, la entrega sin límites, la paz interior, la seguridad, la compañía perfecta. Tu presencia llena la mía y le da el sentido del que, sin ti, carece. Ahora ya nunca mas podré ser espíritu sin tu sombra a mi lado. Añoro también tu cuerpo, porque tus ojos proyectarían amor sobre los míos y tus manos me calentarían en los días fríos. Tu brazo sería mi apoyo para siempre. Pero, amor mío, no debo darte mi cuerpo ni tu debes entregarme el tuyo”

Mi espíritu se conmovió al escucharte en el eco del silencio.

- “¿Porque espíritu del amor?”- contestó el mío.

- “ Mi alegría, nosotros somos libres, flotamos y bailamos alrededor de las estrellas, podremos dormir juntos toda una eternidad, pero nuestros cuerpos están encadenados. Si los traemos aquí, no mejorarán nuestra felicidad, sino que la reducirán”

-“ No, amor mío, nuestros cuerpos son libres, nos pertenecen y les guiamos por nuestro amor, ellos nos darán la felicidad perfecta, porque los espíritus no pueden vivir la pasión y ellos sí y la pasión es un regalo de Dios, él la puso para complementarnos. Tráelo por favor, que yo estoy llamando ya al mío” .

- “ Si traigo aquí mi cuerpo, vida mía, verás mis ojos iluminarte pero también los verás llorar y no te gustará. Veras mis manos acariciar, pero también las verás crispadas y no te gustará. Veras mi cuerpo deleitarse con el tuyo, pero también lo verás sufrir rodeado de cadenas y no te gustará. Las cadenas no son de Dios sino de los hombres. Hazme caso, espíritu de vida, olvídate de los cuerpos y entrégame tu alma para siempre”.

Mi espíritu calló en sus susurros por un momento y después continuó:

-“ Amor mío, yo te quiero para siempre, sin cadenas, libre y feliz. No quiero ver llorar a tus ojos ni crisparse a tus manos, quiero tu carne dulce y suave, no amarga. Hagamos lo que dices pero tratemos de quitar las cadenas que atan nuestros cuerpos, porque con ellas, la obra del universo es imperfecta. Cada día quitemos un eslabón, con nuestras fuerzas limitadas y hagamos que espiritus y cuerpos sean igualmente libres. Y, por favor, mantente a mi lado hasta que el último eslabón haya sido eliminado”.

- “Si, mi amor”- Y tu espíritu buscó el lugar que hubiera ocupado mi boca si hubiera estado allí.

sábado, 13 de junio de 2009

Desearé




Desearé cada uno de tus besos,
en su misma esencia, tan diferentes,
tus labios rojos, ávidos y ardientes,
buscando en mi piel el sabor espeso.

Desearé la luz de tu mirada,
ojos sabios, presencia del divino,
que gozara mostrándome el camino
al rincón más sutil de tu morada.

Boca y ojos enloquecen mis sueños
y mis manos te buscan en mi cuerpo,
para hallar el vacío de tu empeño.

Mas seguiré tu huella en el desierto
y tus labios verán al fin su dueño,
porque si no, mi amor, yo seré muerto.

Fernando©

miércoles, 10 de junio de 2009

El Universo





Eres como el universo.

No importa cuando apareciste
ni como te formaste
por la deflagración
de miles de galaxias.
Ni importa que existan
otros millones de soles
y de lunas y estrellas,
porque simplemente estás.

No importa que en otro tiempo
hayas provocado cataclismos,
mareas y desolaciones
y sequías e inundaciones.
Ni se bien como he llegado
hasta aquí, resistiendo
tus embates furiosos,
porque simplemente estás.

No importa que nunca
me hayas hablado
ni aspiro a que me hables jamás,
no es la palabra
lo que necesito de ti.

Porque eres luna
para mis noches
y sol para mis días,
templanza para mis fríos
y rosas para mi jardín,
eres color y calor,
eres primavera y otoño,
eres vida y muerte…

No importa nada
porque me basta sentir que estás.


Fernando©

domingo, 7 de junio de 2009

Hablar con tu cuerpo




En el sereno silencio de mis noches
dialogo animadamente con tu cuerpo.
No a gritos, no, que no se rompa el aire,
sino mas bien con un suave susurro.

Con la ligereza del trazado de una pluma,
a tus manos, tibias, les hablo de mi paz;
a tus senos, despacio, de todo el amor del mundo;
a tus ojos, cerrados, de quien soy cuando no estás;
a tus labios, pacientes, de las palabras que no sé expresar

y a tu vientre…. a tu vientre le cuento, muy quedo,
mis interminables sueños en vela,
la dulzura de este ya viejo deseo de amarte,
mi ser incomprensible sin distancias ni tiempos
y del fin, ya para siempre, de mi vida.


Fernando©
7 de junio de 2009.

sábado, 6 de junio de 2009

El camino




El amor es un camino
sin mapa de carreteras,
sin brújulas ni sextantes,
guiado por las estrellas.

Es un recorrer sin prisas
entre la zarza y las piedras,
convirtiendo los desiertos
en manantial de agua fresca.

Es que sea verde valle
la larga y árida estepa
¡cuan larga la dura ruta
si no estuvieses tan cerca!

Es un calentar los huesos
a la luz de la candela,
purificando dolores
en un fuego que no quema.

Es un tomarse las manos
para saltar las riberas
y que en tan breve contacto
cuerpo y alma se den cuenta.

Es disfrutar de un segundo
transformado en hora entera
y que, transcurriendo el tiempo,
el tiempo es lo que no cuenta.

Es un hablar sin palabras,
un silencio que no yerra,
un reproche que se traga
y un ser de dos que se acepta.

Es un andar por la ruta
pretendiendo ser poeta
para retratar en versos
este camino sin vuelta.

Es no importar dónde vamos,
que lo importante es la senda
si se juntan los caminos,
siendo el camino la meta.


Fernando©
Reeditado junio 2009

miércoles, 3 de junio de 2009

La Plaza que lleva tu nombre


Anoche, ya madrugada,
fui desvelado a sentarme
en un banco de tu plaza,
esa que lleva tu nombre
y encierra entre cal tu alma.

Es una plaza pequeña,
ni redonda ni cuadrada,
con una fuente en el centro
en la que sonríe el agua,
antes de andar, generosa,
caminito de las plantas.

En una esquina, el naranjo,
con su flor que te embriagaba
en las noches de febrero
que anuncian Semana Santa.
Incienso de tu perfume,
azahar en mi solapa,
nocturno de cera y nardos,
de la Amargura en la entrada.

En otra, la buganvilla,
con flores y espinas malvas,
del color de los lunares
de tu traje de gitana,
que me escapaba hasta el cielo
al verte mientras bailabas
bien agarrá a mi cintura,
con clavos en tu mirada.

En los días de calor
te busco en la jacaranda,
con tus racimos de lilas
cayendo sobre mi espalda.
Flores que eran pupilas
el día en que, sonrojada,
como queriendo callarlo,
me dijiste que me amabas.

Los bancos son de azulejos
hechos a mano en Triana,
que los encargué pá ti
a un alfarero de fama.
En uno de ellos, tu nombre,
el que bendice la plaza,
y a su lado un corazón
con mi alma atravesada.
Es “Banco de Enamorados”,
que así las gentes lo llaman,
como sabiendo esa historia
que jamás fuera contada.

En la escarcha de tu banco,
anoche mismo lloraba
el apretar de tus manos,
y el dolor de tu mirada
cuando en la última luna,
¡maldita noche estrellada!,
te despediste de mí
en un hablar sin palabras.

¡Miles de besos me diste
y cuantos miles faltaban!
¿Dónde estarán tus Te Quiero
en esta noche callada?
¡Que triste suena la fuente!
¡Que fría ese agua helada!
Ya no huele el azahar
ni es lila la jacaranda,
que moradas son mis penas
y negro el aire que exhalan.

De luto vistió la noche,
las paredes encaladas
se hicieron hábitos pardos
en mi carne cartujana
y el dolor de un costalero
gritó tu nombre en voz alta.
Al fondo, como entre risas,
se entonaban sevillanas,
¿Quién tendrá ganas de cante?
¡Maldita sea toa su estampa!

Me retiré hasta los sueños
sin levantar la mirada,
que no quise ver las letras
de cerámica labrada
que el artista modeló
pá darle nombre a tu plaza
y, por dejarte un recuerdo,
te dejé allí mis lágrimas.


Fernando©

Diciembre de 2008.

domingo, 31 de mayo de 2009

Jaulas de oro.




Llegó muy temprano al despacho, descorrió ansioso las cortinas y se situó de pié pegado al cristal de la ventana. Había cerrado la puerta tras de sí y no esperaba a su secretaria antes de las 9, aun tenía 20 minutos. Comprobó a través de la imagen reflejada que su madurez no estaba tan mal.

Era San Valentín. Se había puesto corbata nueva y el traje de las ceremonias como si fuese a casarse.

Al fin ella apareció solemne tras la ventana del edificio de enfrente como una diosa entre nubes. Vestía con sencilla elegancia: blusa blanca de cuello amplio y falda con vuelo, al estilo de los 60. La media melena suelta y los ojos brillantes. Tenía el aspecto de una adolescente enamorada.

Emocionados, clavaron sus miradas con la misma fuerza que el acero que soportaba los cristales de los edificios. Él extendió su brazo desde atrás y le mostró un precioso ramo de rosas rojas; ella hizo lo mismo con un libro con un corazón rojo dibujado en la portada. La cara de ambos delataba una felicidad incontenible.

Las 9. La puerta se abrió y Rosa apareció con el bloc y el lápiz en las manos. No pareció percatarse de las flores:

- Buenos días, Don Alberto, en 10 minutos viene Trust para el asunto de la Metropolitan. A las 11, tiene Comité de Recursos y a la 1 almuerza con el presidente. ¿Quiere las llamadas que quedaron pendientes ayer?...

La voz de la secretaria le sonaba en segundo plano, tardó en apartar la mirada y las manos de la ventana. Finalmente se volvió y se sentó, ausente, en su sillón.

-…No, espere un poco, por favor.

Rosa salió sin decir nada.

Se echó hacia atrás cerrando los ojos. Hacía casi un año que, en contra de su costumbre, no contaba las horas que faltaban para el fin de la jornada. Había encontrado la felicidad en la planta cuarenta del edificio de acero y cristal de la Smith&Hogan, enamorado y correspondido por una mujer tras esa ventana de doble cristal de seguridad doce metros enfrente, lejos de su mundo real, de su esposa y sus hijos, su lujoso auto y su casa de campo, de su jaula de oro, al fin.

No se habían hablado nunca, ni siquiera por teléfono, ni se hablarían jamás, tan sólo se miraban cada día y se amaban con auténtica locura.


Fernando©
Mayo 2009

miércoles, 27 de mayo de 2009

Equipaje


Anoche mientras velaba,
entre sueños y suspiros,
bajo la luz de la luna
con mi corazón tranquilo,
quise de pronto pensar
en el fin de mi camino.

No fue ese un momento triste
ni me movió al desatino,
mas decidí organizarme
como un hombre precavido.

Imaginé el equipaje
para mi nuevo destino,
fue un ejercicio alegre,
relajado y divertido.

Pocas cosas, las precisas,
nada ocioso ni aburrido
que allí estaré mucho tiempo,
quizás... hasta el infinito.

Las escogí con cuidado,
quise ser muy selectivo
de entre todo lo que tengo,
lo que he vivido y sentido:

Tal vez una primavera,
un cielo de azul teñido,
el tomar entre mis brazos
mis hijos recién nacidos,
cada vez que me miraron
dos ojos agradecidos
y lo que alcancé a dar
de todo lo recibido.

Sólo faltaba un regalo
para completar mi hatillo.
Repasé de entre tanta vida
que es lo que hubiese escogido
si en la aduana del cielo
hubiese un papel escrito
que en letras de oro dijese
“Solo un bien es permitido”
Supe entonces que eso era
todo lo que me has querido.

Fernando©

lunes, 18 de mayo de 2009




Sin permiso


Sin tu permiso invado, amor, la noche
besándote entre sábanas de seda,
párpados en sueños, tu boca queda
con el dulce sabor sin un reproche.

Sin tu permiso regalo mi derroche
amándote detrás de la arboleda
y sigo, paso a paso, tu vereda
inventando de tu alma el desabroche.

De tus ojos no aguardo la mirada,
ni del perfumado pañuelo espero
secar mis lágrimas de madrugada.

Más de los adentros, el yo más fiero
se quema silencioso en llamaradas,
que así te quiero, amor, asi te quiero.

Fernando©
7 de abril de 2009