
El sol del crepúsculo de la tarde
enciende las luces blancas del diestro
que, ojos al cielo, reza un Padrenuestro
pidiendo a la Esperanza que lo guarde.
En la Maestranza, Triana entera arde
porque este niño grande, que es tan nuestro,
demostrará a Sevilla que es maestro
y que ningún gitano es un cobarde.
Cuando sale al fin con la muleta
busca, montera en mano, en el tendido
...¿donde están su mantilla y su peineta?
Toda la plaza, el aire contenido,
envidia a una gitana muy coqueta
que sin lucha al valiente ya ha rendido.
Fernando©
Llegué acá por una firma, y sinceramente fué un gusto haberte leído.
ResponderEliminarSuerte!
Y olé con la montera.
ResponderEliminarBesitos :-)
Esperemos que Gitanillo no se despistara demasiado. Me recuerda este soneto a la poesía de Lorca. Y también preciosa la entrada del otoño donde no pude comentar. Muy bien.
ResponderEliminarUn abrazo.